La playa dunar de A Lanzada es considerada como uno de los mejores arenales de Galicia, habiendo recibido en numerosas ocasiones la bandera azul. Sus dos kilómetros y medio de playa, rodeada de naturaleza y patrimonio, hacen de ella un lugar de obligada visita para los amantes del mar y de los deportes acuáticos, ya que su situación a mar abierto la hace perfecta para la práctica de deportes como el surf o el windsurf.
Además de disfrutar de ésta hermosa playa, el visitante de A Lanzada puede en pocos metros hacer un recorrido por el tiempo, viajando desde la Prehistoria a la Edad Media, a través de los vestigios arqueológicos que en ella se conservan. Un asentamiento castrexo del siglo VIII, una torre defensiva que formaba parte de un castillo del siglo X, y una bella ermita tardorrománica rodeada de leyenda, conforman el conjunto patrimonial de A Lanzada.
Si comenzamos la visita por el castro, descubrimos un yacimiento bastante bien conservado, parcialmente excavado, por el que podemos caminar completando la visita con paneles informativos. Además del castro han sido hallados indicios de una fábrica de salazón romana y una necrópolis del siglo III-IV a.C. Por los restos estudiados y su situación privilegiada junto al mar, los investigadores han llegado a la conclusión de que éste lugar supuso un importante núcleo comercial, y que se situaba como punto obligado en las rutas de fenicios y púnicos.
En el extremo izquierdo de la playa, los restos de la torre suponen el último vestigio de la antigua fortaleza costera de época medieval. Formaba parte de un conjunto defensivo junto con las Torres del Oeste y la de San Saturnino en el municipio de Cambados, para hacer frente así a las incursiones vikingas y normandas. Su situación rodeada de mar la hacía inexpugnable. Utilizaban el fuego como sistema defensivo, en ésta torre de A Lanzada se hacía una hoguera para que resultara visible desde la torre de Cambados, a su vez, allí se hacía otra para que fuera vista en Catoira y así se avisaba a Santiago de las posibilidades de ataque enemigo. En las luchas contra los árabes en el siglo XIII fue destruida y aunque se volvió a reconstruir, en el transcurrir de las revueltas irmandiñas quedó seriamente dañada hasta que fue abandonada definitivamente en el siglo XVI. Hoy en día sólo podemos contemplar los restos derruidos de su planta rectangular pero no resultará difícil imaginarse en la antigua fortaleza y en las batallas que allí se vivieron muchos siglos atrás.
Para finalizar nuestro recorrido a lo largo de los siglos, visitamos la ermita de nuestra señora de A Lanzada, un hermoso templete del románico tardío (S.XII), posiblemente construida sobre los restos de una más antigua. La ermita estaría ligada a la fortaleza del S.X. Presenta una planta rectangular, con una única nave dividida en dos tramos que se encuentran separados por un arco apoyado en columnas y cubierta por una bóveda. Al exterior es una ermita sencilla, su fachada principal apenas presenta ornamentación exceptuando un pequeño arco apuntado sobre la puerta y un singular rosetón pétreo de pequeño tamaño. A sí mismo, las fachadas laterales sólo presentan unos canecillos de alero como único elemento decorativo, en una de ellas un arco de medio punto cubre una secundaria entrada. El ábside semicircular de la cabecera tiene adosadas cuatro columnas y un pequeño punto de luz central. En su interior cabe destacar un ornamentado retablo barroco y la gran imagen de la Virgen de A Lanzada. Se encuentra estrechamente ligada con varias leyendas relacionadas con el mar y la fertilidad, celebra su día grande el último fin de semana de Agosto con la romería de la virgen, es en ese momento cuando los ritos cobran mayor protagonismo, ya que la leyenda dice que si una mujer desea concebir debe tomar nueve olas al amanecer, además de barrer el suelo de la ermita para espantar el mal de ojo y realizar ofrendas a la virgen para que atienda sus peticiones o les haga recuperar la salud.
Una de las más bellas playas de Galicia, un lugar dónde lo histórico y lo legendario se entremezclan, que nos permite disfrutar del patrimonio, la naturaleza y el mar. Ocio y cultura en menos de tres kilómetros. Un lugar que no hay que perderse si se visitan las “Rías Baixas” gallegas.